Al estudiar la historia del arte, se ven muchas obras, muchos personajes, muchos retratos. También se cuentan historias sobre lo que supuestamente está tras esas obras, pero ¿es todo eso realidad o la simple interpretación de una persona ajena?
Con los retratos pasa lo mismo.
Se puede crear una imagen con más o menos técnica, más o menos fiel, y enriquecerla con pequeños aportes "artísticos" que reflejen determinados aspectos de la vida del retratado.
De este último tipo, los retratos de Frida Kahlo son un gran ejemplo, del cómo más allá de la pericia técnica, se puede representar el dolor o el estado mental del representado en un momento determinado.
Pero, sin recurrir a ningún tipo de artimaña surrealista ni imaginativa, al representar simplemente a una persona, ¿qué condiciona ese retrato? ¿Qué lo hace fiel, una representación verídica del sujeto representado?
Una de las obras a las que arte concede mayor importancia es el retrato de
Inocencio X de Velázquez y su famoso "troppo vero", demasiado realista.
Indiscutiblemente se transmite la fuerza - y mala hostia, si se permite la palabra- de la persona en concreto, pero ¿es sólo un producto de nuestra mirada o es una condición externa impuesta a nuestro criterio?
Se nos condiciona contándonos la historia de la evolución del retrato, quién era el retratado, cómo influyó en las pinturas posteriores...
Las formas han cambiado, ya no hay que tener al modelo días posando para conseguir un retrato. Con una simple fotografía podemos previsualizar cómo va a acabar siendo la obra. Escogemos un momento concreto, una pose concreta, un gesto concreto y aun así, siempre se obtendrá un resultado distinto.
He hecho pocos retratos, no me considero ningún genio de la pintura, pero he llegado a una conclusión: el retrato se crea en base a dos personas distintas y dos momentos distintos por lo que es una obra voluble, más que una representación estática.
Por un lado está la mirada y mano de la persona que lo realiza y por el otro está la mirada y estado anímico de quien lo contempla.
Tengo a medio hacer un autorretrato con el que se podía decir que "hablo todos los días".
Se basa en la mejor foto que me sacaron hace años, al menos desde mi punto de vista. Está la imagen real y luego está todo el compuesto exterior que he añadido basándome en mis gustos y conocimiento de iconología e iconografía.
Es una imagen estática, de una mujer estática y curiosamente, cada día presenta un gesto distinto.
Las primeras veces, lo miraba confundida. Algo estoy haciendo mal que el gesto no cuadra. Pero no. Es una especie de
Efecto Kuleshov que asocia la imagen estática del cuadro a nuestra situación mental del momento, montándose el cerebro su propia película.
Si tengo el día alegre, la imagen me devuelve una sonrisa. Si el día es triste, la mirada transmite tristeza. Es una cosa curiosa que me lleva a pensar que los retratos que me han encargado hasta el momento, curiosamente de una persona para regalar al retratado, no dejan de ser algo que el retratado va a apreciar como una buena obra porque serán recibidos como un regalo, la mayoría de las veces inesperado.
Para mi, desde mi punto de vista, siempre intento recabar datos de la persona a retratar, verla en varias imágenes, conocer sus gustos, que me cuenten cómo la ve la persona que me encarga la obra, ya que muchas veces no la voy a ver nunca en persona, para intentar extraer un poquito de la esencia del retratado.
En esencia, después de todos estos pensamientos en voz alta, la única conclusión que saco es que nunca pintor y espectador se pondrán de acuerdo en la imagen de la persona que ambos ven en el mismo lienzo.
Quizás sólo sea un tema humano, con otro tipo de temáticas no pase lo mismo. O tal vez sí....